miércoles, 26 de septiembre de 2018

Sinnerman

Estrofa de Viajando al Fin de la Noche (1991),
de Los Suaves.
¿Hay algo más bonito que hablar de la muerte? Hombre, pues así, de entrada, sí. ¿Qué cojones estás diciendo, Raúl? Hay mil cosas más bonitas de las que hablar... ¿o no? Bueno, el problema con hablar de la muerte lo tienen los vivos, y solo aquellos que la temen. Una vez leí que la muerte solo asusta a las mentes desordenadas, pero meh, habría que ver en sus últimos minutos al que alegremente espetó esa frase; desde la barrera todxs toreamos.


Verso de Campo Amarillo (2017), de La M.O.D.A.
No sé si os lo he contado alguna vez, pero soy experto en el noble arte de escupir hacia arriba. Así que, como la experiencia no se gana sola y si no se practica, se pierde, voy a ejercitarme un poco: No le tengo miedo a la muerte. (Creo que es lo más personal que he escrito nunca). ¿Desde cuándo dan miedo los finales? Si a caso, pena, ¿no? Pero la pena es algo que la sensación de autorrealizazación aplaca, y a eso le puedo poner un tick. Los comienzos sí que dan miedo, quizá no todos, pero el de la vida es uno de los que sí. Si pudiésemos comprender lo que nos espera al nacer, aun en nuestras vidas de primer mundo, no habría madre que consolase nuestro llanto. Nuestro miedo crece cuanto más tenemos que perder, con lo cual sería lógico que cuanta más sangre ha corrido por nuestras venas, cuanta más vida hemos palpitado, menos miedo tengamos, y menos tengamos que perder. Nosotrxs crecemos, y nuestro miedo a la muerte se va quedando paradójicamente atrás, aunque cada día, ¿qué digo?, cada minuto la tengamos más cerca. Es la eterna indecisión entre contar un día más o un día menos.


Estrofa de Uprising (2009), de Muse.
Salvando distancias, polvo somos y en polvo nos convertiremos, de la nada venimos y a la nada vamos, nada nos traemos y nada nos llevaremos. El miedo a morir desaparece al ver que no somos nada, que no tenemos nada, que nada nos vamos a llevar y que nada podemos perder, y es que hasta el tiempo que vivimos lo llevamos de prestado. Al menos esa es o podría ser la teoría. Escribir sobre la muerte desde la barrera y con la casi certeza de que te despertarás mañana lo hace todo muy sencillo.



Versos de Thoughts of a Dying Atheist
(2003), de Muse.
Es de sabios rectificar, y es natural como la muerte misma el cambiar de opinión a lo largo de la vida. Mirad aquí encima, por ejemplo, lo que Matt Bellamy (vocalista y guitarrista de Muse) cantaba valientemente en 2009, en la canción Uprising. Seis años antes de eso, en una de las canciones incluidas en el álbum Absolution (2003), cantaba esto otro de aquí al lado, algo mucho menos atrevido y, ¿más sensato? Viendo la contraposición entre la estrofa de 2003 y la de 2009 se hace evidente que su postura frente a la muerte ha cambiado drásticamente. ¿Sigue sin ser bonito hablar de la muerte?





Por boca de La Alta Sacerdotisa del Soul



Quizá hablar de la muerte siga sin pareceros bonito, pero, ¿y cantar sobre ella? Vamos a intentarlo con La Alta Sacerdotisa del Soul. 


Nina Simone en el transcurso de una actuación.
Más conocida como Nina Simone, esta prodigiosa artista nació en un diminuto pueblecito de Estados Unidos en el ya lejano 1933. No es una de las cantantes del s. XX más conocidas hoy en día para el público general (¿y quién lo es?), pero su forma de cantar y su temperamento han dejado una huella indeleble e inconfundible en la historia de la música.

La versión simoniana de Sinnerman, o en castellano Pecador, es la canción protagonista de este post fúnebre, pero hay que recordar que es eso, una versión. Esta fue incluida en su álbum Pastel Blues, de 1965, y ya en los créditos del mismo se decía que la autoría de Sinnerman era "traditional", aunque los arreglos eran obra de la cantante. La versión original de esta canción es imposible de datar, ya que se trata de una canción de tradición religiosa popular en EEUU, cosa que nos da la primera llave de esta casa.

Nina Simone desde muy temprana edad se interesó por la música, mostrando dotes para la misma. En su niñez solía acompañar a su madre -una ministra metodista- a la iglesia de su pequeño pueblo, y es allí donde aprendió y se empapó de esta canción mística. (¡Vaya! ¿Entonces la canción de hoy es religiosa? Pues sí, de esas que tratan de amedrentar al pueblo.) Si no la conocéis o recordáis, la podéis escuchar aquí.






Sin pararnos a escuchar la letra, ya podríamos asegurar que la canción tiene un ritmo endiablado, pero una vez nos paramos a escucharla, descubrimos el relato de una persona "pecadora" que busca refugio en diferentes símbolos de tradición cristiana. Primero lo busca en el río, símbolo del bautismo de Jesús y de la más primitiva forma de entrada a la comunidad cristiana. Después lo busca en la roca, en el elemento con el que se identifica a San Pedro, sobre el que Dios edificaría su iglesia. En tercer lugar el pecador corre hacia el mar, y después hacia el mismo Dios, quien le manda a ver al Diablo. El pecador, sumido en la confusión y el miedo, va en busca del Diablo y se lo encuentra esperándole. Su confusión y su miedo crecen y la canción acaba recreando la caótica sensación de desesperación de un pecador que se ha arrepentido demasiado tarde de sus faltas hacia la ley de su dios.


Nina Simone interpretando una canción alrededor de los años 60.





Temed a la muerte y confesad



Portada del álbum Pastel Blues (1965), en
el que se haya Sinnerman.
Como podréis haber visto al escuchar la canción y al leer su letra, esta canción está hecha para, ni más ni menos que atemorizar. La versión oficiosa, más amable al oído, dice que la canción pretendía "ayudar a lxs asistentes a confesar sus pecados". ¿Y cómo íbamos a ayudar a la gente a contar a gente -que no tiene por qué enterarse de nada- sus supuestas ofensas a la ley de un supuesto dios? Pues atemorizándoles con la idea de morir, de morir en pecado, y las consecuencias que ello tiene en las religiones cristianas. La iglesia metodista es de la rama protestante del cristianismo, pero lo de infundir miedo viene en los genes.




Miiiimimimimi



Me estoy releyendo (sí, me leo a mí mismo, aunque no lo parezca) y estoy pensando que quizá esto último haya quedado algo fatalista. Ya sé que hoy en día casi nadie se vería coaccionado o empujado a decir algo que no quiere por una canción coreada por 100 personas (xd), pero es que la canción no es de ayer, como hemos visto, y teniendo en cuenta que el Metodismo surgió en el s. XVIII, la canción ha tenido un largo par de siglos de margen.
El Pachacho indiferenche
en LVM

Bueno, qué. ¿Al final es bonito hablar de la muerte? Pues meh. ¿Y las canciones que hablan sobre la muerte? Pues meh. ¿La canción ha sido buena al menos? Pues meh también...

Estaba de coña. Espero que os haya gustado esta joya tradicional cantada por Nina Simone, así como la -aunque frecuente- turbia intención con la que era cantada. Una vez asistí a unas charlas de un musicólogo sobre música del s.XX y XXI, y en una de las ponencias estuvo enumerando una interminable lista de finalidades que podía tener la música: entretener, transmitir, entender, olvidar, desconectar, concentrarse, torturar, ambientar, concienciar, protestar,... si alguna vez lo vuelvo a ver, le diré que incluya "confesar tus pecados" a la lista.

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 1.330 palabras y Sos una tarada,
pero siempre 
me acuerdo de vos
cuando estoy escribiendo, Fer M.
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